22 de enero de 2011

Diez

Saber que tu hermano juega justo una hora después que tu ídolo supone un problema. Un dilema diría yo. En otra ocasión no hubiera dudado en ver entera la primera parte y después pisar el acelerador para llegar a tiempo al partido de mi hermano; pero esta vez no podía hacerlo.
Mios eran los primeros 30 minutos. Solo tenía 30 minutos para disfrurar de mi siete, de nuestro siempre siete. 30 minutos cruzando los dedos, 30 minutos soñando con un gol que llegó un par de minutos tarde. Seguramente Raúl celebraba su gol mientras yo bajaba por las escaleras o me subía al coche. Era el minuto 32. ¿Mala suerte? Quizá.
Quizá el destino quería que me enterara de mis queridos rulogoles de otra manera. Menciones en el twitter me daban la alegría de la tarde. Mi blackberry me ofrecia la posibilidad de ver su gol en youtube sentaba en la grada esperando un toñingol que finalmente no llegaría, ¡bendita nueva tecnología!
¡Y bendito Raúl! Mi siete, que lleva ya 10 goles. Diez goles en la Bundesliga. El primero de 2011 el de hoy. Pero no el último. Tienen que llegar tantos más... tiene hacernos sonreir en la distancia tantas veces todavía. Mi felicidad depende de él. Mi fe lleva su nombre.
Su nombre. Su número. Su gol, tres puntos. Tres puntos contra el segundo en la Bundesliga. El gol de Raúl vale tres puntos de oro. Él vale todo el oro del mundo.

1 comentario:

  1. Casi nunca puedo ver los partidos pero cuando se que jugan me pongo a pensar en Raul, pido por un gol suyo.

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Marca un gol al más puro estilo Raúl, ¡venga, valiente!